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Es mío: forzar a tu hijo a compartirlo todo, no lo hará menos egoísta

 

Es mío. Por supuesto que es suyo, y quiere que continúe siéndolo. ¡Cuántos roces, dudas, negociaciones, trueques, chismorreos en el parque nos ha generado el tema del compartir! La solución nunca es fácil cuando se trata de un grupo de personas muy variado que se conocen poco entre sí. Nuestro deseo suele ser que los niños compartan. ¡Que compartan todo! Pero ya habrás experimentado que no siempre es posible. De la misma forma, tú prestas determinadas cosas con más facilidad que otras, y solo a según quién.

Cuando no estamos solos, el gran reto es: ¿cómo generar el mínimo de conflictos, sin por ello renunciar a mi forma de educar?

Lo que hagas para lograr este objetivo variará mucho en función de cómo sea tu hijo. Hay niños más bien tímidos, que normalmente necesitan la intervención del adulto para pedir un juguete que les gusta, o turno en el columpio. Hay niños que quitan de las manos al resto todo lo que les llama la atención (no por ello son malos, o peores, ¡por favor!). Los hay que quieren ir al parque con toda la casa a cuestas, otros con un único objeto que no pueden ceder a nadie por nada del mundo, les va la vida en ello (y a ti también porque sin él no duerme...). Están también los de la moto eléctrica, cómo no mencionarlos. La lista sería interminable. ¿Y qué pasa con los adultos? Pues que también hay de todo. La variedad en la sesión de parque pues, está servida.

¿Qué hacemos entonces con los rifirrafes del compartir?

  • Tener en cuenta la edad del niño. Por debajo de los tres años yo no forzaría a compartir los juguetes. Lo más probable es que todavía no puedan comprender lo que el compartir implica, es decir, que no están preparados para ello. ¿Y si el otro niño, o lo que es peor, la madre del otro niño lo vive mal? Pues dependerá de tu carácter. Lo más fácil suele ser encontrar una frase que justifique tu acción de forma sencilla: ahora está jugando él con el coche y no tiene ganas de prestarlo. Y encontrar una compensación: cuando deje de jugar con el coche te aviso.
  • Intervenir lo menos posible. Si has venido al parque a que tu hijo juegue, déjalo jugar. Observa tranquilamente y cuando veas asomar un conflicto, aunque te cueste un poco, espera unos segundos. Prueba a ver qué sucede si dejas que lo resuelvan entre ellos. Puede que te lleves una grata sorpresa.
  • O puede que intervenga otro padre. No te enfades. ¡Y sobre todo no le des lecciones!
  • Finalmente, asumir la posibilidad de ser los raros del parque. Se dice que el sentido común es el menos común de los sentidos...y educar requiere muchas dosis del mismo. Así que si cuando salgáis de casa vais a continuar educando según vuestros principios, resultará inevitable que alguien se extrañe, se sorprenda, o incluso juzgue. ¿Y qué?

*Podéis contactar con Clara Garcia Blanch en Aquesta adreça de correu-e està protegida dels robots de spam.Necessites Javascript habilitat per veure-la..

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06 abril 2020
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